¿Qué cuenta el autor sobre La bicicleta amarilla?

2019-02-25T17:34:02+00:00

En enero de 2016 envié a la redacción de Topipittori (la editorial italiana que ha publicado el original en 2018) la propuesta de un cuento sobre la bicicleta. De bicis hablaba mi primer poemario, Versi ciclabili, de 2007; en aquella antología de poesías dedicadas a la bicicleta había un texto, “Recuerdo infantil”, en el que hablaba de la desilusión que me había causado una bici-trasto recibida cuando era niño. No había escrito nunca un texto para un libro ilustrado y, además, dedicado explícitamente a los niños, de tal forma que las primeras pruebas que envié en 2016 no disimulaban, por inexperiencia, mi dificultad para encontrar el equilibrio entre alusión y descripción, entre el texto y las potenciales y futuras ilustraciones. Lo único de lo que no tenía dudas mientras escribía era que deseaba que Riccardo Guasco fuera el ilustrador. Conocía su obra desde hacía tiempo y con él compartía no sólo la pasión por las bicis, sino también referencias estéticas muy concretas, como el gusto por el arte de principios del siglo XX. Durante muchos años, mientras estudiaba en la Universidad, tuve en la pared encima de mi cama el póster de un cuadro de Mario Sironi que representaba a un ciclista en un velódromo: un cuadro maravilloso de 1916 (Il ciclista). La consistencia de esos volúmenes, las esquinas, los colores de aquel ciclista me acompañaron durante años. Intentaba escribir mi cuento, imaginando los pequeños bloques de texto que iban a distribuirse a lo largo de la treintena de páginas que suele tener un álbum ilustrado, contando con los preciados consejos de Giovanna Zoboli (escritora de literatura infantil y editora en Topipittori). Hasta que un día, algo decepcionado por mis capacidades de narrador infantil principiante, intenté poner alguna atadura más a mi escritura, como si de un juego se tratara. Fue así que reescribí mi cuento a través de las rimas de la octava real. Imaginaba cada estrofa como la pieza de un puzle, y había que recomponer la historia a través de las rimas encadenadas. Intentaba imaginar las ilustraciones y escribía como si cada pieza fuera el reverso de una hipotética carta a la que había que dar la vuelta, para combinar texto e ilustración. Así decidimos que esta nueva versión, nacida por juego y en rima, iba a ser el texto definitivo que confiábamos a la imaginación de Riccardo Guasco. Desde aquel momento me quedé a la espera de la transformación en imágenes de mi historia y, mientras tanto, la bicicleta amarilla se iba convirtiendo para mí en un icono inalcanzable, algo que se manifestaba repentinamente como una afortunada señal, un mensaje de felicidad alcanzable. Curioseaba lo que hacía Riccardo en las redes sociales, con la esperanza de encontrar alguna pista del trabajo que estaba realizando. Y me emocionaba cuando intuía algo. En Instagram empecé a usar el hashtag #biciclettagialla para mis hallazgos, o por los que me señalaban mis amigos. Descubrí que muchas ciudades europeas (Milán, Ravena, Ámsterdam…) han elegido precisamente el amarillo como color para las [...]